Guia Artística de Weltenburg
El Monasterio benedictino de Weltenburg, la más antigua abadía de Baviera, fue fundado alrededor del año 600 por monjes de S. Columbano y se encuentra a la entrada de las románticas gargantas del Danubio y en las laderas septentrionales del Arzberg, la antigua colonia celta de Artobriga.
La iglesia barroca, obra de los hermanos Cosme Damián y Egidio Quirin Asam, fue iniciada en 1716 bajo el mandato del abad Mauro Bächl (1713–1743).
El atrio de entrada fue acabado en el 1751 por Franz Anton Neu. Este espacio, al ingreso de la iglesia, es una invitación al recogimiento interior del cristiano, por eso se encuentran representados simbólicamente en estucos de bajorrelieve, los Cuatro Novísimos (muerte, juicio, infierno y gloria), y las Cuatro Estaciones, como expresión de la fugacidad de la vida terrena; una pintura al óleo del Juicio final, de Franz Adam y dos confesionarios en cuya parte superior se han representado a dos grandes penitentes a San Pedro (que renegó de Cristo tres veces) y a la pecadora Magdalena, completan el conjunto.
Se entra luego en la nave de planta ovalada precedida y seguida por dos espacios en forma de capilla. Sobre el arco del espacio que se abre a la nave principal de la iglesia, por encima de la entrada, se encuentra el órgano; la monumental caja barroca es de Caspar Mayr, y el órgano de Konrad Brandenstein (1728); se trata del único órgano de este tipo conservado intacto. A mano derecha del visitante y en la parte central de la pared, entre dos grandes columnas, vemos, a punto de desembarcar de la carabela “Santa María”, a los primeros benedictinos que fueron a América (es tradición que un monje de Montserrat (España) acompañó a Colón). En frente, a mano izquierda del espectador, se encuentra el púlpito, de mármol de Weltenburg (así como las columnas) que encuadran un fresco presidido por la estatua de San Benito sobre el púlpito, representado como maestro que enseña la Regla y que muestra, en las hojas del libro, las palabras latinas iniciales del prefacio: “Asculta, o fili.” Es un apremio al espectador a la escucha, como las personas representadas a su derecha, en el fresco, que sacian su sed con las aguas de la verdad del Evangelio; a la izquierda del santo están los vicios capitales, que deben rechazarse .
A cada uno de los costados de estas dos grandes representaciones se encuentran dos capillas (altares laterales) de idéntica construcción y que suman cuatro en total: los cuadros de los altares, siguiendo la aguja del reloj, representan 1) a la Trinidad coronado a María, (esta obra es de Daburger); 2) a San Mauro que salva de las aguas a San Plácido; 3) a San Benito en oración; 4) al Crucificado con siete ángeles que lloran su muerte Estas tres últimas pinturas pertenecen a Cosme Damian Asam, así como la factura de los altares. En los medallones situados inmediatamente sobre los altares mencionados y dentro de un óvalo acristalado, encontramos (y en el mismo orden antedicho): a San José, a San Juan Nepomuceno; a Santa Escolástica, y el Ángel de la guarda, con un niño. La representación de los ángeles es muy frecuente porque el Monasterio se adhirió en el año 1688 a la Congregación Benedictina bávara que lleva por título “Congregación Benedictina de los Santos Ángeles Custodios”. Mirando hacia arriba, antes de llegar a la franja dorada moldeada que inicia la cúpula se encuentran los Arcángeles Miguel, Gabriel (con el Rosario) Uriel (con el fuego de la adoración) y Rafael. Y los cuatro grandes bajorrelieves dorados que se encuentran sobre los cuatro grandes arcos representan: sobre el arco del altar mayor, la muerte de San Benito, sobre el lado opuesto, la muerte de su hermana Escolástica, a la derecha del espectador, la construcción de Montecasino (529) y a izquierda, el rey de los Ostrogodos, Totila, presentándose ante San Benito.
Bajo cada uno de estas representaciones y sobreponiéndose a las mismas, se encuentra cada uno de los Evangelistas, en imágenes de gran relieve. Sobre San Lucas, a la derecha del visitante, entre la balaustrada y la corona que circunda el inicio de la cúpula, se ve una pequeña figura que mira sonriente y retrata al proyectista y constructor de la iglesia, Cosme Damian Asam, vestido con una casaca roja.
La capilla central o mayor es el espacio del presbiterio que contiene el monumental retablo y altar mayor. En el centro y sobre el altar se abre una gran hornacina en cuyo centro se encuentra representado el titular de la Iglesia y monasterio, San Jorge, que sobre su plateado caballo mata el dragón y salva la hija del rey. Sobre el fondo de la pared absidial hay un gran fresco envuelto en una gran luminosidad representando a la Inmaculada que pisa el serpiente. Mirando a la izquierda del arco de la hornacina, entre columnas salomónicas, está el obispo San Martín de Tours y a la derecha, San Mauro, bajo la figura del abad Maurus Bächl. Sobre el arco del retablo se ve el escudo de armas del entonces Príncipe Elector Carlos Alberto. Como coronación del altar vemos la imagen de la Madre de Dios y, a su derecha e izquierda, a dos ángeles; uno es el arcángel Gabriel que le anunció la encarnación del Hijo de Dios, el otro, es un ángel que le entrega el cetro de la soberanía sobre los ángeles y los santos: María está presentada como la “mujer del Apocalipsis” y aparece rodeada de las doce estrellas. En el fresco superior del techo se contempla a su Hijo Jesucristo, que la espera. Sobre la bóveda del presbiterio, en un cuadro, vemos al Duque Tasilio, cumpliendo su voto y entregando a la Religión (alegóricamente representada por la dama del centro) y a San Benito el monasterio por el fundado.
La pintura de la bóveda central de la iglesia, obra maestra de la pintura barroca, se abre en una maravillosa visión de la cúpula inundada de luz con la Santísima Trinidad que corona a María. Girando con la agujas del reloj vemos a san Jorge con el dragón; Siguen los dos santos hermanos Benito y Escolástica y a San Martín y el abad Mauro Bächl; sobre el órgano podemos ver a David, Magdalena y Cecilia, y otras santas; finalmente, con los apóstoles vemos a San Ruperto — ya que él consagró en su día la iglesia primitiva (y la Capilla de Frauenberg que contiene la estatua de la Virgen de las Gracias del siglo XV). Todo el conjunto simboliza la “Iglesia Triunfante” que da gloria a Dios Trinidad. Por todo ello, el pensamiento místico de la Purificación, Iluminación y Unificación, según Dionisio el Aeropagita, encuentran, en esta hermosísima cúpula, una grandiosa expresión artística.
El Atrio
Fue planeado por Anton Neu de Prüfening, basándose en una idea de los Hermanos Asam, para tratar de preparar al visitante, que entra en la casa de Dios, con una adecuada disposición interior, mostrándole tres buenas razones a su reflexión:
1 — Las cuatro estaciones están dispuestas en la parte superior al comienzo de la bóveda y colocados en aspa de cruz, en los cuatro costados: la primavera con sus ramas recién brotadas, el verano representado con un hermoso ramo de flores, el otoño con sus frutos y el invierno con una estufa (o brasero en forma de incensario) humeante. Con ello, y además, se quiere significar simbólicamente el viaje terrenal humano a través de la infancia, la juventud, los años de un visible éxito y los días de la vejez.
2 — Los confesionarios, a izquierda y derecha (actualmente uno de ellos contiene una estantería con libros de doctrina cristiana) con las imágenes superpuestas de dos grandes y santos penitentes: San Pedro y la Magdalena, que nos señalan la realidad del pecado, la posibilidad de expiar y conseguir el perdón por la confesión sacramental.
3 – En el techo, también cuando se inicia la bóveda plana, los cuatro bajorrelieves de estuco, en los centros de los cuatro costados, representan, surgiendo las agujas del reloj, los cuatro novísimos: el paraíso como contemplación de la Trinidad de Dios (triángulo equilátero con el ojo de la omnisciencia y un corazón humano purificado); el infierno ilustrado con profundo simbolismo: una serpiente, (que forma un círculo para indicar la eternidad), llamas y antorchas, y a la izquierda un recipiente vacío que indica el tormento de la inextinguible nostalgia de Dios; el juicio, sobre la ventana del portal, con el símbolo de la justicia divina: balanza, espada y libro con las sentencias; y finalmente vemos la muerte, que nadie puede evitar, y por eso muestra, que también los poderosos (papa, obispos, reyes ‑poder espiritual y temporal) mueren; La pintura, al óleo, sobre el techo, es de Franz Adam, hijo de Cosme Damian Adam, (1745) e ilustra el Juicio Universal.
El entorno de entrada ha sido diseñado intencionalmente por los arquitectos y decorado de modo significativo, para reconducir al cristiano al recuerdo de que es una criatura y de su pequeñez delante del Dios infinito, al que le es permitido, no obstante, llamarle de “Tú” y “Padre.” La Libertad cristiana la va a encontrar en la magnificencia gloriosa de la cúpula central de la Iglesia.
La nave central
Está caracterizada por un armonioso reparto de sus paneles en cuatro grandes arcos y cuatro altares laterales, con sus luminosos estucos dorados y los frescos en las paredes y en el techo repletos de alegres y luminosos colores.
Los cuatro grandes arcos o capillas
La primera pertenece a la entrada y conecta con la gran nave ovalada. La mitad superior de este primer gran arco que traspasa el visitante al salir del atrio, está ocupada por el órgano con sus elegantes líneas arqueadas y su dorada decoración. El segundo arco, a la derecha del espectador, que ya mira hacia el altar mayor, contiene un fresco que recuerda la llegada de los Benedictinos a América en la carabela “Santa María” al mando de Cristóbal Colón en el año 1493; el arrecife, en relieve rocoso se muestra bajo el fresco descendiendo hasta el suelo de la iglesia. El tercer arco da entrada al presbiterio. El cuarto arco, a la izquierda, sostenido por dos grandes columnas, como el del frente, es de nuevo un plano en el que ha sido insertado sabiamente el púlpito de mármol de Weltenburg. Las dos mitades de la pintura hacen referencia a San Benito que prédica, en imagen sobre el dosel del púlpito; hacen eco simbólico a sus palabras, a mano izquierda la adhesión de varios santos a la Regla, mientras que a la derecha, (izquierda de san Benito) se muestran los vicios capitales a los que hay que renunciar (orgullo e idolatría de los valores terrenales) si se quiere beber de las aguas caudalosas (derecha de san Benito) que brotan de la verdad del evangelio.
Los cuatro altares laterales
están proyectados por Egidio Quirin Asam, y son idénticos en su diseño. Cada mesa de altar está ricamente decorada y dorada. Las columnas de estuco simulando mármol son salomónicas y flanquean un cuadro rectangular y otro oval (acristalado) también en relieve; las columnas sostienen un dosel de apreciable tallado. Al entrar, en el primer altar, a mano derecha del visitante, se representa –en el óvalo acristalado- en busto a San Juan Nepomuceno- patrono de todos los que viven junto al Danubio- y, en el cuadro, a San Mauro – el rostro del santo posiblemente es el del abad del Monasterio- que salva de las aguas a San Placido. En el segundo altar, a mano derecha mirando el altar mayor, se representa a la Santísima Trinidad coronando a María mientras que el óvalo acristalado está la imagen de san José con el niño; girando hacia la izquierda, pasado el altar mayor vemos un conmovedor cuadro de la Crucifixión y en óvalo acristalado se representa al Ángel de de la guarda; finalmente, en el último, y cuarto altar, hay un cuadro de San Benito en oración y en el óvalo acristalado vemos la muerte de su hermana Santa Escolástica. Todas las pinturas son de Cosme Damian Asam, menos la de la coronación de la Virgen, que es posterior, y pertenece a Daburger .
Sobre cada uno de los cuatro grandes arcos se hallan las cuatro figuras en movimiento de los cuatro evangelistas, Juan, Lucas, Marcos y Mateo, con sus correspondientes símbolos: el águila, el buey, el león, y el ángel.
La gran franja que da paso a la cúpula está subdividida en cuatro campos mayores y cuatro menores: en correspondencia, y en la parte superior de los cuatro los 4 altares — campean sobre un fondo de brocado los Arcángeles Miguel, Gabriel –con el rosario‑, Uriel –con el fuego- y Rafael. En los cuatro campos mayores hay cuatro escenas doradas y ricamente enmarcadas. Girando según las agujas del reloj, vemos, sobre el evangelista Juan, la muerte de San Benito: sobre San Lucas, la construcción del Monasterio de Montecasino; sobre San Marcos, la muerte de la hermana de San Benito, Escolástica y sobre San Mateo el encuentro del príncipe de los godos, Totila, con San Benito. La corona que enmarca la abertura de la cúpula se anima vivamente con motivos ornamentales, nubes y grupos de ángeles, que sustentan coronas de estrellas. Entre este y el pretil se asoma, sobre el fresco de la Carabela “Santa María” la figura del arquitecto y pintor Cosme Damian Asam vestido con una casaca roja, propia de su tiempo.
El fresco de la bóveda central o cúpula
representa, entre las arquitecturas pintadas de columnas, paneles y cornisas, a la Iglesia del Cielo. En el centro de la cúpula el Espíritu Santo como corazón de la Iglesia, a continuación se representa a Dios Padre y a su divino Hijo, mientras coronan a María. Más abajo, colocándose sobre el altar mayor, podemos ver, vestido de soldado, al patrón de la iglesia San Jorge. A su derecha la “Iglesia Triunfante” Benito y Escolástica; luego, se representa al abad Maurus Bächl vestido gris, y a su lado, casi como un ángel más, pero con peluca, podemos contemplar el maestro estucador de la iglesia, Egidio Quirin Asam, y cerca de San Martín y los dos santos obispos de Regensburg, Wolfgang y Émmeram; los Santa Mujeres y las vírgenes Úrsula, Bárbara, Catalina, y Santa Cecilia, están sobre el órgano, así como el Rey David y otros personajes del Antiguo Testamento; por encima del púlpito los doce Apóstoles y el apóstol de Baviera S. Ruperto.
Resumiendo: se puede afirmar que en este enorme y brillante fresco realizado por Cosme Damián Asam, junto a todo el conjunto de la Iglesia se ha querido representar una profunda concepción de la teología católica. Él artista quiso representar el contraste entre luz y la oscuridad como símbolos de lo humano que busca probar y preguntar respecto al pecado, y, por otra parte, la misma existencia de una respuesta amorosa de Dios en toda su grandeza.
El peso de la materia, simbolizada en las columnas y en las pilastras de las partes inferiores, y que va en disminución, poco a poco, hacia arriba hasta desaparecer completamente, hace alusión a la transfiguración de todos los seres creados. Todo el entorno dice: “¡levantemos el corazón!” — una exhortación que no puede ser descuidada.
Presbiterio
El altar mayor forma el punto central del presbiterio, y el punto culminante de toda la escenografía. Los bastidores son las dos columnas retorcidas (salomónicas) a los lados del altar, típicas de los Asam que estudiaron en Roma. A sus lados se encuentran San Martín, a mano izquierda del espectador, y San Mauro a la derecha, con los rasgos y vestidos prelaticios del cliente o abad que encargó la obra. Sobre el arco un escudo ricamente decorado con las insignias del Príncipe Elector de Baviera; y entre las dos partes del frontispicio vemos la asunción de María al cielo. Sobre el altar y el tabernáculo está la gran hornacina de madera dorada. En el centro, a caballo, se encuentra el patrón de la iglesia San Jorge en el acto de matar el dragón y de liberar la hija del rey; es una obra maestra de Egidio Quirin Asam. Detrás de San Jorge, sobre la pared absidal, puede verse el fresco de la Inmaculada. El efecto de luminosidad de la entera composición se consigue por las tres ventanas insertadas tras los bastidores y el frontón. Las paredes laterales del presbiterio están animadas por dos balcones-oratorios; ángeles plateados levantan grandes drapeados rojos, de estuco. El cuadro de la bóveda ilustra la fundación del monasterio por parte del duque Tasilio III que hace donación de él a San Benito.
San Jorge es un mártir, soldado del ejército romano. Y es un personaje histórico aunque las circunstancias de su vida no pueden ser completamente aclaradas. La representación sobre el altar está basada en una leyenda que aparece en la literatura medieval y en el arte, hacia el siglo XII. Se reanuda al antiguo motivo de la lucha entre el bien y el mal, que encuentra su expresión — como la lucha contra el dragón — en numerosas vidas de santos.
Conclusión
La iglesia de Weltenburg es, en cuánto a dimensiones, la más pequeña iglesia abacial de Baviera, pero desde el punto de vista artístico es una de las más hermosas. El paisaje romántico y la atmósfera de religiosidad han conducido, conjuntamente, a hacer surgir una obra maestra del gran estilo barroco de la Alemania meridional en su arquitectura, decoración, el juego de colores y en los efectos de luz.
La capilla de Frauenberg
San Ruperto inauguró presumiblemente este santuario mariano a principios del siglo VIII, y según una vieja tradición fue levantado sobre un antiguo templo dedicado a Minerva. En 1358 fue consagrado un altar, ahora en la cripta, construida por San Wolfgang. Las pinturas más antiguas sobre las paredes laterales del ábside de la cripta, y que representan a cuatro obispos, se remontan al siglo XIV. En 1713 fue construida, por Caspar Öttl de Kelheim, la actual iglesia superior y la torre. En 1755 Franz Anton Neu realizó la decoración interior. Notables son las dos imágenes de madera de 1580: el Salvador y María. La iglesia es cuadrangular con un ábside; las paredes están articuladas cada una por dos pilares con una cúpula plana en el centro de la nave: San Ruperto está pintado junto al Duque Teodoro; y en los costados hay escenas de su obra misionera; en los medallones se representan alegóricamente a las tres Virtudes Teologales y la Iglesia. En el centro del altar rococó domina la imagen tardo-gótica de la Virgen de las Gracias, y a sus dos lados, los dos santos obispos Ruperto y Wolfgang. En lo alto está la Santísima Trinidad, y sobre un fresco “María como aurora de la mañana.”